La tele puede ser injusta.
Sí, amiguitos televidentes. De vez en cuando las audiencias son injustas con algunas series que merecerían estar en lo más alto de lo alto, en el top of the top (oh yeah). Problablemente el caso más flagrante de los últimos años es este pedazo de serie: Vientos de agua .
La serie, producida por Juan José Campanella (el papá de El hijo de la novia entre otras pelis) es una OBRA MAESTRA. Repito: O-B-R-A M-A-E-S-T-R-A.
Por si alguien no lo recuerda (lo que no es raro) Vientos de Agua fue emitida hace un par de años por Telecinco. Sin embargo, después de cambiar de horario ya el segundo capítulo por su baja audiencia, acabaron por emitir el tercero y retirar la serie de emisión. La excusa fue que no querían que la gente la grabase y la pirateara. Osea, que a los que nos gustaba Vientos de Agua nos teníamos que joder y comprar el DVD cuando saliera al mercado. Y eso fue lo que yo hice.
Y no me arrepentí.
¿Por qué? Pues porque Vientos de agua es una serie a la altura de la mejor ficción norteamericana. Y, a pesar de eso, tampoco triunfó en Argentina, donde también se emitió. Los motivos no consigo entenderlos, de la misma manera que sigo sin entender el éxito de Escenas de Matrimonio.
Quizá (y estoy improvisando) su fracaso se debió a que el primer capítulo (que es acojonante, ojo) es difícil de cara al espectador clásico de TV. Me explico: la gente está acostumbrada a que en televisión se lo den todo bien masticadito. Que sea algo facilón, que no requiera más atención de la necesaria mientras lees el Hola o pasas la plancha. Y claro, ver un episodio situado en los años treinta en las minas de Asturias y al mismo tiempo en la Argentina del corralito, pues como que cuesta. Y si además a Telecinco se le ocurre la brillante idea de subtitularlo (vete a saber por qué, si sólo hablan con acento) pues cágate lorito.
En cualquier caso, Vientos de Agua, que cuenta la historia de un español que emigra en la primera mitad del siglo a Argentina y la de su hijo, que años después, tiene que hacer el viaje a la inversa para ganarse las lentejas, es un historia conmovedora. Está bien escrita, excelentemente realizada, acojonantemente interpretada (qué desaprovechado ese peacho actor que es Ernesto Alterio en el cine español) y te llega a lo más hondo.
Si no lloras viendo Vientos de Agua es que no tienes corazón. Y punto.
Así que si no la has visto vete a la Fnac o a dónde más te plazca y gástate 30 eurillos en esta serie. Vale hasta el último céntimo.
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