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Y usted que lo vea

Amo a este imbécil.

Amo a este imbécil.

Este hombre es gordo, feo, egoísta, ignorante, intolerante, cateto, tonto, insensible, con unas ideas bastante despreciables, mal padre, peor marido, vago como la chaqueta de un guardia, guarro, materialista, grosero... Y sin embargo, le quiero tanto...

Para mí no cabe ninguna duda. Homer Simpson es el mejor personaje creado por la televisión. Incluso diría que es uno de los mejores personajes creados jamás. ¿Por qué? Pues porque a pesar de ser todo lo que he dicho que es, le tengo tanto cariño que hasta me da pena que no sea real, que no exista y me pueda ir con él a tomar una caña al bar de Moe.

La grandeza de este personaje es su dualidad. El hecho de que, a pesar de ser un compendio de todo lo malo que puede ser un humano, tiene siempre dentro algo de lo mejor que los humanos tienen.

Conseguir algo así es una proeza. Hommer se mueve constantemente en el filo de la navaja. Nunca es lo bastante despreciable como para que, en el fondo, no le tengas cariño. Y eso es precisamente lo que me parece tan grande de él. Que, sobre el papel, juntando todas las características de su personalidad, sea un tipejo al que no quieres tener a un radio de menos de un kilómetro de distencia y, que, sin embargo, cuando cobra vida, no puedas evitar sentir que es algo así como tu mejor amigo. Eso y por supuesto, que nadie me ha hecho reír tanto como él.

Todavía me sigue asombrando (después de años y años de ver capítulos de esta genial serie) la capacidad de hacerme reír de este tío. Su torpeza y su estupidez me han hecho pasar algunos de los mejores ratos de mi vida. Sus caídas y sus frases, cada línea de sus diálogos, son una joya. Así de simple. Todo lo que sale de boca de este personaje es una perla del humor. Y es que, simplemente, sin Homer no existirían los Simpson.

Sus creadores se dieron cuenta bastante tarde, por cierto. Hay que recordar que durante toda la primera temporada de la serie, el protagonista era Bart. Sólo a partir del segundo año Homer creció como personaje, se llenó de matices. Dejó de ser simplemente un idiota para convertirse en un retrato de todas y cada una de la miserias que todos llevamos dentro.

Y creo que es precisamente esto, el hecho de que nos veamos reflejados en él, lo que hace de papá Simpson un personaje tan extraordinario. Porque todos llevamos un Homer dentro luchando por salir. Porque todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sido miserables, egoístas o estúpidos. Y todos, como Homer, tenemos también esa parte buena que nos redime, eso que hace que al final de cada episodio le queramos más todavía. Porque, en el fondo, no es un mal tipo.

Quizá dentro de veinte años, cuando echemos la vista atrás, nos demos cuenta de todo lo que este hombre amarillo nos ha dado. Tal vez entonces digamos: "yo me crié con Homer Simpson. Homer me ha hecho ser quien soy".

O bien.

"Yo también soy Homer Simpson".

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